Ubicadas en la costa sur del Mediterráneo y marcadas por las huellas de los pueblos que, a lo largo de los siglos, han recorrido sus calles, dos ciudades españolas presumen de un rico pasado histórico: Ceuta y Melilla.
Separados de la península por el mar, estos enclaves costeros brillan con luz propia y hacen las delicias del viajero que se deja sorprender por todo lo que tienen que ofrecerle. Historia, cultura, arquitectura, playas y rincones con encanto se fusionan para crear un entorno único donde poder conocer las peculiaridades de las dos únicas ciudades autónomas de España y disfrutar de los impresionantes atardeceres rojizos que se pueden observar desde sus Paradores.
Ceuta, la perla del Mediterráneo
Tierra de leyendas
Sumergirse en la historia de Ceuta supone retroceder hasta un tiempo en el que las leyendas se entremezclaban con la vida diaria y los héroes caminaban entre la gente. Punto privilegiado desde la antigüedad, se dice que la península de Ceuta era la antigua isla de Ogigia mencionada en la Odisea y hogar de una de las ninfas hijas de Atlas: Calipso. Cuando Ulises naufragó en su viaje de regreso a Ítaca, las olas lo llevaron hasta el reino de Calipso, que lo rescató y lo acogió. Durante siete años, el héroe que hizo caer a la ciudad de Troya vivió aquí, pero la añoranza por su tierra y su familia hizo que volviera a hacerse a la mar y partiera de Ogigia. Calipso quedó tan desolada que se sumió en un sueño eterno y dio lugar al que se conoce como “la mujer muerta”, un monte que puede verse desde el pequeño pueblo de Benzú, al oeste de la ciudad. Sin embargo, Ulises no es el único que marcó Ceuta con su leyenda. También Hércules, en uno de sus muchos trabajos, dejó aquí su impronta: el monte Hacho que corona la ciudad a veces se identifica con una de las dos columnas que Hércules separó para unir el océano Atlántico y el mar Mediterráneo, lo que dio lugar al estrecho de Gibraltar.
Denominada como Septem Fratres por los romanos debido a las siete colinas que se elevan sobre la costa, tras la caída del Imperio pasó por las manos de vándalos y bizantinos antes de que los visigodos se hicieran con ella. La historia y la leyenda vuelven a entremezclarse y cuentan que el conde don Julián, dolido por el ultraje del rey Rodrigo a su hija, proporcionó a Muza las embarcaciones necesarias para que las tropas musulmanas lideradas por Tariq pudieran cruzar el estrecho e invadir la península.
Encrucijada de culturas
Por el territorio de Ceuta ha pasado una gran variedad de culturas que han dejado su huella en el trazado y el carácter de la propia ciudad. En ella podemos admirar los restos del dominio musulmán, como la monumental puerta califal que daba acceso a la medina, unos baños árabes del siglo XIII o el trazado de calles y viviendas meriníes en el yacimiento de Huerta Rufino, pero también las potentes murallas reales —a las que está adosado el Parador de Ceuta— que, con su foso navegable, son testigos pétreos del paso de los portugueses, dueños de Ceuta durante dos siglos.
Un encanto moderno
En Ceuta se fusiona historia y modernidad para dar lugar a una ciudad contemporánea que no dejará a nadie indiferente. Con más de veinte kilómetros de costa, cuenta con playas y calas donde disfrutar del sol mediterráneo, pero también ofrece recorridos por la naturaleza, como los del parque de san Amaro, donde pueden descubrirse más de ciento veinte especies de plantas autóctonas. Además, en esta visita no puede faltar el Parque Marítimo del Mediterráneo, una obra del artista lanzaroteño César Manrique que constituye un oasis en pleno corazón de la ciudad y que se encuentra a apenas diez minutos del Parador de Ceuta.
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Melilla, elegancia modernista
Situado en un lugar privilegiado, el Parador de Melilla se alza entre dos antiguos fuertes y ofrece una magnífica vista de Melilla la Vieja, una de las ciudadelas amuralladas más grandes de España, declarada Bien de Interés Cultural.
El origen de Melilla se remonta al siglo VII a. C., cuando los fenicios se establecieron en este lugar. En el museo arqueológico de la ciudad se pueden conocer los vestigios de la antigüedad que han llegado hasta nuestros días y comprender el rico pasado que atesora esta milenaria ciudad. Sin embargo, fue a partir de finales del siglo XIX cuando comenzó a tomar la forma que hoy conocemos. El crecimiento económico de Melilla permitió la construcción de un ensanche modernista que la convierte, después de Barcelona, en la ciudad española con más edificios de este estilo. Hay cientos de casas ricamente ornamentadas que muestran detalles vegetales en sus fachadas y que nos transportan a otra época: la cámara de comercio, el edificio Melul, la casa de los cristales o la mezquita central son algunos de los ejemplos más destacados a apenas diez minutos del Parador.
Viajar a Melilla es una experiencia inolvidable. Pocos lugares ofrecen la oportunidad de disfrutar así de las aguas turquesas del Mediterráneo bajo las fortificaciones de piedra clara que salpican la costa y que se pueden contemplar desde el Parador. Sin duda, la estampa que ofrece la puesta del sol sobre la ciudad, cuando el cielo se tiñe de tonos anaranjados y la luz dorada envuelve los edificios, hace de Melilla un destino de ensueño.