Entre piedra y penumbra, aromas de tierra húmeda y recuerdos de antaño, se extiende un universo laberíntico de pasadizos y bodegas que susurran historias presentes en la memoria colectiva de los pueblos. Esculpidos a mano y con paciencia, dibujan un fascinante mundo subterráneo, donde historia, arquitectura y tradición vinícola convergen de manera única.
En estas «ciudades bajo tierra», el tiempo parece detenerse entre galerías excavadas hace siglos, muchas concebidas como bodegas para elaborar y conservar vino. En tiempos del contrabando, eran refugio perfecto para esquivar los impuestos reales y, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), moradas ocultas para los guerrilleros españoles que desafiaban a las tropas napoleónicas. Algunas llegaban a enlazar pueblos a través de pasadizos secretos, tejiendo una red clandestina que burlaba a los invasores. También sirvieron como refugios antiaéreos durante la Guerra Civil española (1936-1939).
Castilla y León conserva numerosos ejemplos de gran alcance y riqueza, aunque se extienden a lo largo y ancho de las entrañas de la alfombra ibérica.
BURGOS
La travesía puede comenzar en Aranda de Duero, en la provincia de Burgos, donde 135 bodegas subterráneas se entrelazan en una red de túneles que se extiende a lo largo de siete kilómetros, excavados entre los siglos XII y XVIII. A profundidades que oscilan entre los nueve y los doce metros, se preserva una humedad constante, imprescindible para mantener el vino en su forma más pura. El subsuelo revela otras maravillas en Gumiel de Mercado: el Cerro del Castillo alberga un laberinto de cuevas en uso en la actualidad. Más al sur, Vadocondes mantiene intacto un histórico barrio de casi cien cavidades y lagares, cuya existencia remonta al siglo XIII, mientras que en Zazuar, las cuevas subterráneas, erigidas en el siglo XVII, se funden con las viviendas, formando parte indisoluble de la vida cotidiana. No lejos de allí, Moradillo de Roa resalta por su conjunto etnográfico «El Cotarro», compuesto por 157 bodegas y siete lagares-cueva, reconocidos con el Premio Europa Nostra 2020, entre otros, por su esmerada conservación. Y en Sotillo de la Ribera, el Cerro de San Jorge preserva 86 cuevas y 99 lagares distribuidos a lo largo de tres kilómetros de túneles, muchos de los cuales siguen siendo propiedad de familias que mantienen viva la tradición.
SORIA
En San Esteban de Gormaz, villa célebre por su legado románico, se ocultan bajo tierra 298 bodegas, algunas aún latentes en su uso ancestral, mientras que otras aguardan nuevos custodios que las resuciten del olvido. No lejos de allí, en Atauta, diminuto rincón de poco más de sesenta habitantes, 141 de estas estructuras se han mantenido vivas durante más de ocho siglos, siendo restauradas y custodiadas con esmero por los propios vecinos.
ZAMORA
El paisaje muta con sutileza al adentrarse en Fermoselle, conocido como «el pueblo de las mil bodegas», un lugar donde la tierra guarda un entramado subterráneo cuya historia se remonta al siglo X. En El Perdigón, estas construcciones, cavadas en terreno arcilloso, se despliegan en tres barrios apartados del núcleo urbano, como si el vino hallase su propio refugio en los márgenes del mundo. Más al norte, en Morales del Rey, las laderas del cerro esconden unas doscientas bodegas, lugares donde el vino se convierte en arte y se entrelaza con celebración y vida comunitaria. Los aromas y silencios centenarios de las cavidades subterráneas de Cerecinos de Campos, Bretó de la Ribera y Bretocino, son también vestigios de su histórica tradición vinícola.
LEÓN
Valdevimbre sorprende con la arquitectura popular de sus bodegas centenarias, muchas transformadas en restaurantes que combinan la gastronomía local con la magia de su entorno subterráneo. A poca distancia, en la comarca de Los Oteros, las construcciones populares de Pajares escriben un capítulo más en esta rica tradición.
VALLADOLID
El viaje nos lleva a Mucientes, donde el tiempo ha tejido un museo vivo entre las bodegas del siglo XVI y XVII del barrio subterráneo del Cuarto de San Pedro, un enclave galardonado en 2020 como el Mejor Municipio Enoturístico. En Rueda, los pasadizos subterráneos del siglo XV descienden hasta veinticinco metros, llegando al corazón de esta tierra consagrada al vino.
PALENCIA
Baltanás exhibe con orgullo el mayor conjunto de bodegas subterráneas de España. Con sus 374 estructuras entrelazadas en seis niveles que serpentean el Cerro del Castillo, esta maravilla del siglo XV ha sido declarada Bien de Interés Cultural, consolidando el arte del vino como patrimonio nacional.
OTRAS REGIONES
En la Comunidad Valenciana, Utiel resguarda un legado de cerca de cuatrocientas cavidades subterráneas, un entramado que serpentea bajo el alma medieval de su casco histórico. En Laguardia, Álava, la riqueza de sus «calados» alcanza tal magnitud que el tránsito de camiones ha sido desterrado, preservando estas joyas subterráneas de la fragilidad del tiempo. Mientras tanto, en lugares como Borja (Zaragoza), Tomelloso y Valdepeñas (Ciudad Real), o Haro (La Rioja), las bodegas excavadas en la tierra completan un mapa de secretos ancestrales, se mantienen como refugios de sombra y silencio que atesoran no solo el vino, sino también el espíritu de generaciones entregadas al arte de la vid.
El recorrido por los túneles de España es un viaje por el tiempo. Cada cueva, cada bodega, conecta con la labor y el ingenio de quienes supieron domar la tierra para preservar la esencia de su cultura. Bajo las calles y los campos, estas ciudades subterráneas siguen siendo un testimonio vivo de un pasado que enriquece el presente.