Nuestro recorrido literario nos lleva hasta El trono de barro, la fascinante novela de Teo Palacios que abre una ventana a la vida de un personaje histórico clave en la corte de Felipe III. A lo largo de sus páginas, el autor despliega con maestría los retos, estrategias y controversias que definieron a una figura cuya ambición dejó una huella indeleble en la historia. ¿Te imaginas de quién se trata?
Tanto en la novela como en la historia real, el Parador de Lerma, que en su día fue la residencia de este influyente consejero real, se alza como un escenario imponente que enriquece la experiencia de la lectura. Recorrer los pasillos de este antiguo palacio permite al lector conectar con la esencia de la obra, sumergiéndose en el espíritu del Siglo de Oro y en las intrigas que inspiraron la narrativa de Teo Palacios.
Nuestro ilustre personaje
Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, más conocido como el Duque de Lerma, figura entre los personajes más influyentes de la política española del siglo XVII. Proveniente de una familia noble cuya gloria se había desvanecido con el tiempo, logró devolverle el prestigio al convertirse en el valido de Felipe III. Este ascenso comenzó cuando el joven Francisco conquistó la confianza del monarca mientras aún era príncipe, estableciendo así las bases de su poder.
Nombrado duque de Lerma en 1599, su posición le otorgó un control político y económico sin precedentes. Sin embargo, su gobierno no estuvo exento de polémicas; el nepotismo y la corrupción marcaron su mandato y despertaron numerosas críticas entre sus contemporáneos. El declive de su poder comenzó en 1610, culminando con su caída definitiva en 1618, cuando fue reemplazado en la Corte por su propio hijo, el duque de Uceda. Exiliado y nombrado cardenal como forma de protección, murió en 1625 en Valladolid, desprestigiado por muchos contemporáneos, aunque su figura ha sido reevaluada más recientemente por los historiadores.
El Trono de barro
El autor de esta novela, Teo Palacios, es conocido por una trayectoria literaria marcada por su profunda pasión por la historia y su habilidad para narrar con precisión y riqueza. Entre sus obras más destacadas se encuentran Hijos de Heracles, La predicción del astrólogo, Muerte y Cenizas y La boca del diablo, todas ellas reconocidas por su calidad y su capacidad para transportar al lector a épocas pasadas. No obstante, es El trono de barro, publicada en 2015, la novela que representa un hito en su carrera y que centra nuestra atención en este momento.
En El trono de barro, Teo Palacios nos lleva al corazón de la España de los Austrias, un periodo histórico marcado por la intriga, la ambición y el poder. El protagonista, Francisco de Sandoval, un joven noble que ve limitada su posición social por la falta de una herencia significativa, decide abandonar a su amante, Juana, y casarse por conveniencia con Catalina de la Cerda. Esta decisión se convierte en el punto de partida de su meteórico ascenso, hasta convertirse en el duque de Lerma y el valido del rey Felipe III. Pero su ascenso no está exento de desafíos. Enfrentado a la reina Margarita de Austria y traicionado por su antigua amante, el duque, se encuentra atrapado en una red de conspiraciones que no solo afectan su posición, sino también su vida personal. La novela no solo retrata el ascenso al poder del duque de Lerma, sino también las intrigas palaciegas y las luchas internas que marcan una época de esplendor y decadencia.
Un aspecto destacable de la obra es la conexión real con el Palacio Ducal de Lerma, ahora convertido en el Parador de Lerma. Este imponente edificio, que simboliza tanto el auge como la caída del duque, se convierte en un puente entre el pasado y el presente, permitiendo a los lectores no solo explorar la narrativa de Palacios, sino también reflexionar sobre el legado histórico que aún perdura. El trono de barro es, sin duda, una obra que trasciende la ficción, ofreciendo una visión cautivadora y compleja de la vida en la España imperial.
El Parador de Lerma
El hoy Parador de Lerma, es una joya arquitectónica del Barroco español y el núcleo de uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos de su época. Junto a este majestuoso edificio se erigieron conventos, una amplia plaza y jardines aterrazados sobre el río Arlanza, configurando una corte artificial que reflejaba el esplendor efímero del duque de Lerma, valido de Felipe III.
El Parador fue diseñado por Francisco de Mora, arquitecto del rey, y su construcción se llevó a cabo en tres fases. Inicialmente, en 1602, se adaptó el antiguo castillo medieval. Más tarde, entre 1613 y 1616, se añadió una nueva estructura junto a la fachada norte. Finalmente, entre 1616 y 1618, ambas edificaciones se unificaron, obteniendo su aspecto definitivo. Este diseño combina la típica disposición de los palacios castellanos del siglo XVII, con un gran patio central rodeado de galerías y una monumental escalera de piedra, con una estética sobria que disimula la complejidad de su construcción.
En el exterior, el contraste entre la piedra y la cubierta de pizarra, junto con las cuatro torres, evoca un estilo escurialense. La fachada, aunque sencilla, destaca por su puerta principal con un frontón curvo y un balcón flanqueado por escudos ducales. Este contraste entre la sobriedad del exterior y la riqueza del interior es notable, ya que el palacio albergaba parte de la colección artística del duque de Lerma, una de las más importantes de Europa en el siglo XVII. En el Parador, además, encontrarás una obra contemporánea en pleno claustro que está basada en el retrato del duque de Rubens, se llama Fake Abstract (Rubens) y el autor es Lino Lago.