El Parador favorito de Beatriz Serrano
24 de Marzo 2025

Ambientada en los heroicos años noventa, la segunda novela de Beatriz Serrano cuenta la historia de un mundo que ha muerto y otro que está por nacer. Fuego en la garganta sigue el recorrido de una adolescente y su madre ausente, que, a trompicones, intenta encontrar su lugar en el mundo, guiada por cómplices descubiertos en el internet primigenio de esa época.

Su novela narra la historia de una madre y una hija, dos mujeres que no encajan en el mundo que les ha tocado vivir.

Aunque las cosas han mejorado para las mujeres, aún persiste el mito de la libre elección. Nos hacen creer que somos libres para decidir, pero elegir siempre conlleva renunciar a algo. Esto era aún más evidente en el pasado: muchas mujeres abandonaban sus trabajos. Si hoy observamos quiénes solicitan más excedencias para cuidar de sus hijos, siguen siendo mayoritariamente mujeres. La situación ha mejorado, sí, pero los avances son todavía pasos de bebé.

Los años noventa que retrata, aunque cercanos en el tiempo, parecen ahora muy lejanos. ¿Qué nos ha ocurrido en el camino?

Eso me preguntaba cuando empecé a escribir este libro. En mi anterior novela, El descontento, situada en la actualidad, la protagonista es hija de su época. Vive aislada en un mundo individualista, anestesiada con orfidales y vídeos de YouTube. Me pregunté cómo las mujeres de mi generación habíamos llegado a este punto. ¿En qué momento nos convertimos en personas que hacen scroll infinito antes de dormir para no enfrentarnos a nuestros pensamientos? Eso me llevó a reflexionar sobre la inocencia perdida. Mi protagonista, en cambio, tiene una mirada inocente que mejora el mundo que la rodea. No es que los noventa fueran una época superior, sino que ella está aprendiendo cómo funciona el mundo.

La lucha de su protagonista, Blanca, es gestionar sus emociones en el peor momento posible, su adolescencia.

Es que la adolescencia es una etapa fascinante, ¿verdad?

¡Y trágica!

¡Mucho! Hay cosas que me encantan de la adolescencia. Es el momento en el que, de repente, un niño empieza a construir su identidad. Se da cuenta de que es un ser dependiente de sus padres y su entorno. En esta búsqueda surge el verdadero individuo. También es una etapa de estar abierto a muchas experiencias y de primeras veces. A lo largo de nuestra vida buscamos la sensación de inocencia que tuvimos en la adolescencia. Estoy convencida de que muchos de nuestros miedos y traumas parten de esa etapa. El «gordo de la clase», aunque luego tenga un cuerpo fit, parece que siempre arrastrará ese complejo.

Blanca busca refugio en Internet, que sigue siendo una posada para almas solitarias…

La diferencia entre antes y ahora es que, antes, te podían ver como un friki. En los noventa, quedar con alguien a quien no conocías se consideraba algo extraño. Ahora, a través de Tinder, vamos a casa de un desconocido en diez minutos. ¡Cómo ha cambiado el cuento! Todo lo que permite transformar tu identidad, o esconderla, es el refugio de quienes no están cómodos en su propia piel. El Internet primigenio no estaba tan ligado a nuestra imagen; era mucho más libre. Quienes no estaban a gusto con lo que les rodeaba encontraron un refugio en Internet con personas más afines.

Precisamente, Blanca y su madre encuentran alivio en personas que las aceptan como son. ¿Hoy se habla de aceptación por encima de lo que realmente se practica?

Vivimos en una sociedad muy centrada en el yo. Cada vez es más difícil ponerse en el lugar del otro. Parece que nuestros problemas son exclusivamente nuestros cuando, quizá, hablamos de problemas colectivos. No nos damos cuenta de ello porque no lo hablamos.

La relación de la madre de Blanca con la maternidad le conduce a problemas mentales ¿Tras la idealización llega el quebranto?

¡Absolutamente! En nuestro imaginario no se nos pasa por la cabeza que una mujer se arrepienta de haber tenido hijos. Aceptamos que esté sobrepasada, pero que verdaderamente tenga una relación complicada con la maternidad es algo que nos cuesta entender. En Las abandonadoras, un ensayo sobre escritoras que dejaron a sus hijos para seguir sus carreras, vi una frase que me llamó la atención: «un hombre se va, una mujer abandona». Esto en las mujeres se ve como un agravante. Hemos asumido que el hombre se vaya, pero en el caso de las mujeres es imperdonable. Siempre hay matices, como le ocurre a la madre Blanca.

¿La salud mental aún se ve como un problema ajeno?

Se supone que hemos roto el estigma de la salud mental, pero es mentira. Hay una parte del cuidado de la salud mental que ha entrado dentro del glamour, es un símbolo de estatus. Si te puedes pagar ochenta euros a la semana para hablar de tus padres, es que la vida te va bien, aunque tengas que ir a terapia. Los problemas mentales graves, eso sí, se siguen ocultando como antaño. Una persona con esquizofrenia o aquejada de depresión por abusar de las drogas aún tiene un verdadero estigma. Además, todavía sabemos poco sobre esto. La madre, en mi libro, se queja de que, una vez que te meten en la «cajita de las locas», ya no te sacan de ahí. Lo que planteo es que, si tuvieras una lupa sobre ti, ¿sería normal tu comportamiento?

Con esta segunda novela ha llegado al pódium de los Planeta. ¿Ha sentido la necesidad de tentarse la ropa antes de seguir?

Lo que me ha pasado de repente es pasar de ser conocida en mi entorno a ser conocida en muchos entornos. Es una situación curiosa. Aún no sé si he aterrizado del todo. Estoy en proceso. Hay cosas muy bonitas a las que me cuesta acostumbrarme.

Por cierto, hablando de cosas bonitas, ¿tiene algún Parador preferido?

Hace poco estuve en el de La Gomera y el último en el que he estado es en el de Santiago, durante la promoción de esta novela. Además, podría decirse que he hecho a mi padre Amigo de Paradores. Le regalé una estancia y, como le cayeron muy bien, decidió registrarse en este programa.